Soy Un Pecador Capital

Me acuso un pecador padre. Me acuso de ser un gran pecador padre. No ha sido sólo un pecado sino varios los que he cometido, y no me arrepiento de nada. Ha sido ella, una diosa hermosa la que llevó mis principios a su morada corporal. No he venido a pedir indulgencia ante usted, padre. Se que todo lo que le estoy diciendo cruza la rejilla que nos separa en este confesionario, y siento la envidia correr por su sangre porque yo la he podido tocar de una forma que usted ni con sus rezos podría alcanzar. Esto es producto de la intensa vanidad que he mostrado al expresarle la gran devoción que guardo hacia ella.

Por avaricia la hurté del altar, el hombre de la cruz intentó evitar tal pecado, pero no pudo librarse de los clavos, así que sin poder hacer nada posó la cabeza en su pecho mientras sus avergonzados ojos me miraban delinquir. Empecé mi huida, recorrí el largo pasillo sin que santo alguno osara bajar de su pedestal para impedírmelo, mientras cruzaba el umbral San Antonio que había caído sólo atinó a levantarse. Las campanadas ocultaron cualquier huella que dejé atrás.

Ahora descansa en mi casa, en la cabecera de mi cama, una virgen desnuda con figura celestial envuelta en un vestido blanco. Tentadoras formas se manifiestan seduciéndome, sin poderlo resistir me dejé llevar por la lujuria, comencé a rendirle tributo en mi altar, en su regazo mis labios rezaron verdaderos salmos hasta besar sus redondos pechos, de rodillas caí esperando alcanzar la salvación. La gula en mi me llevó a saborear su suave piel. Me entregué de cuerpo y alma hasta quedar extenuado. La pereza dominaba en mis músculos pero eso no me impidió iniciar de nuevo mi rito amoroso.

Hoy aquí ante usted en este pequeño recinto me confieso pecador, soy un hereje por adorarla y amarla así, no pido absolución para mis pecados, y como le dije no me arrepiento y pese a su ira, volvería a pecar porque ella me abrió las puertas del cielo.